sábado, 26 de octubre de 2013

... Berlin ya no es Berlin (Berlin es ist nicht mehr Berlin) ...

Después de llevar un año y cinco meses aquí, hubo un día en el que me levante sin esa sensación de estar aquí. Esa sensación que he estado viviendo diariamente durante el primer año. Una sensación de vivir en una ciudad que cada día te enseña algo. Una ciudad que tiene una forma especial mostrar su esencia.
Hasta aquel momento todos y cada uno de los días en esta ciudad me ofrecía una gran variedad de sensaciones que me hacían pensar lo bueno que es estar aquí.
Unas veces era la variedad cultural que camina por la calle, la mezcla étnica, los distintos orígenes del mundo mezclados y respetados mutuamente.
Otras veces era el arte plasmado en forma de tiza en la acera, o de graffitis en paredes, o de música debajo de un puente, o de pequeñas figuritas casi imperceptibles colocadas sobre los semáforos.
Otras veces es simplemente las fotogénicas escenas que las distintas estaciones del año (cuando las hay) ofrecen de la ciudad, enmarcando sus más elementos más emblemáticos.
Otras por su arquitectura, sus influencias de Este a Oeste tras la caída del muro.

Siempre aparecía algo, mientras pedaleaba sobre mi bicicleta, que me hacía sentir que nunca lo había visto todo en esta ciudad.

Pero un día tuve esa sensación que nunca quería sentir. Sentí que la ciudad ese día no me había regalado nada.
Obviamente no se trata de que ya lo he visto todo aquí. Me queda mucho por ver, estoy seguro. Es una sensación consecuencia del estado anímico personal.
Esta ciudad tiene momentos muy buenos, momentos únicos que solo aquí se pueden ver, fotogramas cotidianos y no tan cotidianos difíciles de encontrar en otras grandes urbes. Pero por otro lado tiene situaciones difíciles de soportar, condiciones meteorológicas adversas, carencia de luminosidad durante las escasas horas de luz, dificultad de inserción o posicionamiento laboral (con respecto a otras ciudades alemanas), hasta dificultades de adaptación a la mentalidad de la cultura autóctona. Estas situaciones hacen que se haga muy difícil seguir aquí.
La balanza a veces esta muy equilibrada, incluso al borde de ceder. Y esas pequeñas sensaciones , consecuencia la mayor parte de las veces del estado anímico personal, influye mucho en el planteamiento de decidir estar o no estar aquí.

Cuando un día no apareció esa gratificante sensación, es cuando pensé “Berlin ya no es Berlin”